domingo, 13 de octubre de 2013

La soledad del poeta (por Jaime Jaramillo Escobar)

Extracto del libro:
"Método fácil y rápido para ser poeta" - Jaime Jaramillo Escobar

-Entre otros muchos cargos, se acusa a los poetas de preferir la soledad.
-La vocación de soledad viene al poeta desde su espíritu contemplativo y místico tanto como de su  conciencia del tiempo. Si el poeta fuera hombre de negocios tendría uno de esos relojes de veinticuatro horas, pero el poeta mide el tiempo por eternidades.
-Algunos autores son capaces de escribir en el bullicio, mas no sus mejores obras. La vida social es contraria a la vida creativa. La concepción de un asunto puede ocurrir en cualquier momento, pero el trabajo literario requiere aislamiento, silencio, concentración y tiempo indefinido. No se puede escribir con la horrible perspectiva de que de pronto le llamen a almorzar. El hechizo o encantamiento bajo el cual escribe el poeta es frágil y delicado como todo lo sobrenatural. Si sobreviene un taladro en la calle, o la estridencia de un altoparlante, la conexión con el misterio se rompe y la poesía desaparece. Para el novelista no sería problema, porque su trabajo está planificado, pero una vez que huye el poema, nunca más vuelve a las manos del poeta. Si el poeta sale a buscarlo se perderá, o regresará con otro poema, pero el poema que se fue jamás será encontrado porque huyó a los anillos de Saturno.
-Molesta mucho a las personas que los poetas se muestren como seres diferentes. Y sin duda lo son.
-De esa soledad esencial el poeta surge con algo de ridículo. Como en el verso de Baudelaire, “sus alas gigantescas le impiden caminar”. Mientras más esfuerzos haga el poeta para ser como los demás y mimetizarse entre la multitud, esos mismos esfuerzos lo delatarán y no podrá eludir su destino.
-Podrá arrepentirse el poeta de dilapidar su tiempo en los lugares públicos, con las gentes públicas, a las cuales se llama “el público”. Mas su sólo tiempo ganado será el que pase sumergido, siempre que no se olvide de sacar el periscopio. El buen poeta es sumergible.
-Cuando el poeta se hace cotidiano desaparece detrás de sus anteojos. Como lo imprevisible siempre sucede, en tales momentos es mejor estar prevenido. Por eso he comparado al poeta con una ballena.
-La soledad del poeta es comparable a la de la ballena en los mares. Esto lo distingue y le da a sus reflexiones cierto carácter único, es decir, aristocrático. “Las reflexiones del solitario –advierte Jean Cocteau– adoptan siempre un aspecto aristocrático, muy molesto para los demás. Y nada incomoda más que la aristocracia, sea cual sea.”
Enviado por http://beatrizchiabrerademarchisone.blogspot.com.ar


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