jueves, 27 de octubre de 2016

Madrid - España - Agosto 2016

Continuamos hoy tras las huellas de Ethel y Mauro, esta vez en la ciudad de Madrid. Decidimos acompañarlos en tan interesante recorrida. ¡Allá vamos!

Llegar a Madrid fue como ingresar a una ciudad ficcional. Parecía estar en un cuento de Cortázar, no era París, era la gran ciudad de la Puerta del Sol, del Palacio Real, del Museo del Prado.
Nuestros  ojos no dejaban de mirar hacia uno y otro lado, desorbitados por tanta belleza arquitectónica. Seguíamos disfrutando de un lugar maravilloso. Cada callecita sumaba a mi cerebro imágenes que no se van a borrar tan fácil de mi memoria. Cada caminata que llevamos a cabo estaba impregnada por toda esa cultura española que habíamos estudiado en la escuela secundaria.
Ethel ante la RAE
La Real Academia Española asomaba detrás del Museo del Prado.  Me alegró el día haberla encontrado, porque me recordó con la insistencia en que se la nombraba a mis alumnos, evoqué los tomos que me compré hace un par de años y que son hojeados a menudo, a pesar de ingresar con frecuencia  a la RAE en  internet. No hay nada más placentero que tomar esos minutos para consultar sus páginas en busca de lo desconocido. ¡Qué satisfacción! ¡Era real su existencia!
  


El Prado nos esperaba con la exposición del Bosco, en el V centenario de su muerte (1450-1516). Gracias a esta visita pudimos disfrutar de su obra y sumergirnos en su inmensa capacidad de invención. Qué lujo nos dimos de poder recorrerla!
El mercado de San Miguel  
Un párrafo aparte se merece el Mercado de San Miguel, porque si existe, es porque a Madrid se la considera la capital de la gastronomía, con cada especialidad de las más variadas regiones. Cada puesto nos invitaba a degustar los más increíbles platos: aceitunas, anchoas, sardinas, jamón crudo, pimientos de padrón, langostinos, ostras con champagne adornaban cada vidriera de comidas. La gente del lugar, sumado a los turistas todos, todos disfrutábamos de ese mercado colorido lleno de aromas y sabores. Una vez más,  al recordarlo, se me hace agua la boca.










 

 
 La Plaza del Sol, otro lugar de encuentro para los turistas, rodeados de los hitos más importantes de España, pisar el Km. Cero,
  compartir una foto con la famosa estatua de El  Oso y El Madroño que reúne a los campeones,  confundirnos entre todas las razas que se pueden imaginar en lugares transitados por miles y miles de personas de tantas nacionalidades que parecen que uno fuera de otra galaxia. Oriente y Occidente presentes allí. Norte y Sur, presentes allí.  Lo más exótico, allí estaba, lo más excéntrico, allí estaba.
 




La Plaza Mayor, una verdadera postal, que da cita a curiosos, como nosotros, deseosos de ver más todavía. Escenario de múltiples actividades, apareció en nuestra caminata diaria, para mostrarnos más la historia de la ciudad y del país. Cercada por edificios de no más de tres pisos de alto, con arcos que conectan con las arterias aledañas,  y con restaurantes que nos  esperaban para degustar como otro mercado a cielo abierto, de un exquisito plato de paellas.


Nuestro viaje también nos permitió recorrer sinuosas  callecitas que nos llevaban a descubrir edificios emblemáticos como la Catedral de Almudena, la Plaza de la Villa, al Palacio Real,  a la Puerta de Alcalá,  la Casa de las Américas, la plaza Cibeles, La Gran Vía, etc etc etc.
Sé que hay mucho más por conocer, pero el tiempo no alcanzó. Será para el próximo viaje.
Ethel
 

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