MELITONA ENRIQUE CUMPLIRÍA 108 AÑOS ESTE 16 DE ENERO
(Fragmentos)
La última sobreviviente de la Masacre de Napalpí falleció el 13 de noviembre de 2008. En su último cumpleaños, Melitona Enrique recibió el reconocimiento y las disculpas del Estado por el aberrante hecho ocurrido 19 de julio de 1924. Referentes y militantes culturales la recuerdan como “la madre Melitona”, la que supo vencer con su persistente memoria a la peor de todas las muertes, la desmemoria histórica, asesina de identidades culturales
Nacida en 1901, Melitona Enrique fue la última sobreviviente de la Masacre de Napalpí, perpetrada el 19 de julio de 1924 por policías y un grupo de civiles del entonces Territorio Nacional, quienes asesinaron con salvajismo e impunidad a 423 indígenas y cosecheros.
La matanza fue precedida por una la huelga en la que aborígenes y criollos reclamaban una justa retribución por la cosecha de algodón o bien poder salir de la provincia para trabajar en los ingenios de Salta y Jujuy que ofrecían mejor paga. Para la versión oficial se trató de una “sublevación indígena”. El territorio no era provincia, los indígenas y los pobres no eran ciudadanos. Sus vidas no eran vidas, sus hombres y mujeres, sus niños y sus ancianos no estaban en los planes de “la patria”. Cometer esos crímenes no merecía castigo, ni justicia, ni memoria, que creyeron enterrada bajo tierra igual que los muertos.
Melitona, junto a otros indígenas, pudieron escapar de las más de cinco mil balas de fusil que no se economizaron en esa oportunidad, y ella, junto a Rosita Chara, que también nos dejó hace poco, fueron la últimas sobrevivientes. Fernando Centeno era el Gobernador del Territorio donde se cometió aquel crimen, salvaje, cobarde e impune.
LA MEMORIA VIVA DE LA
ABUELA MELITONA ENRIQUE
Por Juan Chico y Mario Fernández
Fragmento del libro bilingüe La voz de la sangre, de la Colección Aprendamos a Leernos, dirigida por Teresa Artieda.
Con sus recientes 107 años, en la víspera de su cumpleaños, la abuela Melitona, última sobreviviente de la masacre, acompañada de sus hijos Savino y Mario Irigoyen, nos ofrecía su testimonio.1 “Le sorprendieron a los indígenas. Los masacraron sin saber la razón…. Bien temprano llegaron los policías. Se asustaron toda la gente cuando llegaron a la costa. Era una explosión. Muchos murieron de los mocovíes, ancianos, jóvenes y jovencitas. Nuestro pueblo Qom no tuvo tanta pérdida. (Murieron) las nueras de Qauaxaic; murieron todas nuestras abuelas. Qué se van a enfrentar al arma de fuego. Iban cayendo las ancianas que estaban cantando.”
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