Rolando Revagliatti
Sandra Cornejo nació el 14 de abril de 1962
en La Plata, donde reside, capital de la Provincia de Buenos Aires, Argentina. Es Periodista y Licenciada en Comunicación
Social por la Universidad Nacional de La Plata. Obtuvo la diplomatura en el
Posgrado de Lectura, Escritura y Educación (FLACSO: Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales). Actualmente se desempeña en el equipo de la Dirección de Promoción
Literaria de la Secretaría de Cultura de
la Provincia de Buenos Aires. Obtuvo
premios y menciones bonaerenses y nacionales. Con notas culturales colabora en
el diario “El Día” de La Plata, entre otros. Es
la responsable de www.eltuertorey.com.ar.
Publicó los poemarios “Borradores” (Faja
de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores; 1989), “Ildikó” (contratapa de Horacio Castillo, 1998), “Sin suelo” (contratapa de Diamela
Eltit, 2001), “Partes del mundo” (contratapa
de Hugo Mujica, 2005), “Todo lo perdido
reaparece” (con prólogo de Mario Goloboff, 2012), “Bajo los ríos del cielo” (contratapa de María Teresa Andruetto, 2014).
Ha sido incluida, entre otras, en las antologías “Poetas argentinas (1961-1980), “Antología
de poetas argentinos II” (Free Verse Website 2009, Irlanda), “El verso toma la palabra” (México,
2010), “Poesía de pensamiento. Una
antología de poesía argentina” (España, 2015).
1 — “Tuve la suerte de crecer entre Chubut,
Catamarca, Mendoza, Córdoba y otra vez Chubut.”
SC — Mis padres vienen de familias
de mucho esfuerzo: abuelos campesinos en Perú, abuelo
herrero y abuela profesora de piano aquí. Papá llegó a estudiar Ingeniería
desde Lima, Perú, y mamá Medicina desde Saladillo, provincia de Buenos Aires.
Para ellos implicaba un logro increíble recibirse.
Se encontraron, y apenas se recibieron, aceptaron el primer lugar que les diera
un trabajo. Esto fue en el dique Florentino Ameghino, en la provincia de Chubut,
en una época en la que residir en el sur era muy duro. A partir de ese tiempo se
trasladaban según lo requería la empresa de papá, Agua y Energía Eléctrica. Fuimos
una familia un poco gitana, de mudanzas y baúles. Íbamos
allí donde se iniciaba una represa hidráulica o había que concluir una obra. Así,
pude transitar por un país que me modeló desde sus entrañas, desde la
grandeza de la gente del interior. Es muy diferente crecer en Las Pirquitas, en
San Rafael o en Esquel respecto de alguna capital grande. En las pequeñas
localidades abunda la magia. En La Plata nací “casualmente” (digamos que en La
Plata sólo aconteció el parto de mi mamá, donde perdimos a mi mellizo). Nunca
fui urbana. Tengo una cosmovisión de montaña, de paisaje, de lago y río. Ya son
muchos y largos los años de vida aquí, pero siento que lo que funda es lo que prevalece.
A la ciudad le debo mi hijo. A la ciudad le debo la puerta hacia el amplio
mundo. Pero tuve la suerte de crecer en el pequeño.
2 — Es desde que egresaste de la
Universidad Nacional de La Plata que fuiste ocupando puestos en ámbitos de
Comunicación Institucional, Gestión Cultural y Educación. Y hoy sos Personal de
apoyo en la Secretaría de Medios de la
Gobernación de la Provincia de Buenos Aires.
SC — Unos días antes de recibirme
ya trabajaba, con la democracia recién nacida. Algunos amigos fuimos ingresando
en distintos espacios de comunicación y prensa. Yo ya vivía sola. Todo era bastante
difícil. Amanecía en un país que empezábamos a descifrar. Fueron tiempos de
aprendizaje y también de cierta orfandad. Luego de unos años, el entonces
subsecretario de Cultura (de alguna manera mi mentor en gestión cultural) me propuso
seguir ese camino. Yo había publicado “Borradores”
(libro ante el cual siempre tuve dudas, fue un empujón de la poeta Ana
Emilia Lahitte). Con cambios y vericuetos hice una carrera en el Estado, ámbito
que cuido y quiero porque considero que el Estado somos todos, no un partido
político o un gobierno de turno. “Personal de apoyo” es una designación profesional
a la que se llega luego de esa carrera, después de ciertas pautas. Hoy acompaño
el equipo de la Secretaría de Cultura de la Provincia. Todo lo que pueda entregar
en el tiempo actual, para mí es un regalo, que agradezco.
3 — Y es desde
que cursaste la Diplomatura en FLACSO que realizás talleres de
literatura en Contextos de Encierro.
SC — En la Diplomatura que realicé
en FLACSO, en especial Ana María Finocchio, me enseñaron a repensar diversos
temas. Desde esa nueva concepción del aprender/enseñar me animé a trabajar con
internos, adultos y jóvenes. En un punto es conmovedor observar el esfuerzo, la
voluntad y la necesidad de expresarse que tienen seres que han cometido, tal
vez, el peor de los daños contra sus semejantes. En la vida todo tiene una
razón de ser. Un sentido. Aún no he trabajado en hospitales, pero me gustaría.
De todos modos, por la profesión de mi madre,
siempre he estado ligada a los hospitales y al ser doliente. El dolor humano,
el dolor del cuerpo, es algo que tendríamos que comprender y asimilar de un
modo más solidario. Mi concepción no es “garantista”, pero apunto al ser, a nuestra
necesidad esencial y común de abrigo. En tal sentido la escritura sana,
acompaña, cobija. La lectura es una especie de hogar; alguna vez nos abrieron la
casa de los libros, y tal vez nos salvaron, es casi una deuda hacerlo con los
otros.
4 — Es alguien a quien el rock no lo entusiasma
(yo), el que inquiere sobre tu Tesis de Grado presentada ante la Facultad de
Comunicación Social de la UNLP, denominada “Recitales de Rock. ¿Contestación o
Alienación? Una Visión Histórico-Social”.
SC — El rock traduce una época
especial. Sergio Pujol me guió con sabiduría
entre las malezas de mi vieja tesis. Intenté analizar los movimientos artísticos
desde distintas perspectivas, sus variadas caras… Y disfruté enormemente
recordando letras o confrontando nuestra idiosincrasia con la norteamericana, por
ejemplo, o nutriéndome del folk, que adoro, y otras vertientes. La música
expresa de manera singular los momentos históricos, y las culturas. Ahora que
hablamos de esto te cuento que una compositora argentina que reside en Nueva
York, Sofía Rei, musicalizó hace un tiempo un poema: “Todo lo perdido reaparece”.
Cuando se producen estos cruces se vuelve más luminosa la soledad.
5 — ¿Es en soporte papel o
electrónico que se publicó en Irlanda la “Antología
de poetas argentinos II”? ¿Es bilingüe? ¿Qué otros poetas han sido
incluidos y quién ha realizado la compilación?
SC — Es una antología bilingüe que
está en soporte electrónico pero que en Irlanda se publicó en papel. La
selección fue realizada por Liliana Heer y Ana Arzoumanian. El responsable allí fue un poeta irlandés muy
interesante, Michael Smith. Liliana Heer, que es imparable, viabilizó la idea. Contactó ambos mundos. Ella suele ser un gran
motor. Hay en esta antología poetas como Mario Trejo, Tamara Kamenszain,
Leonardo Martínez, Romina Freschi, Susana Szwarc, un placer todos ellos. Es un
privilegio haber participar en esa selección.
6 — Y para vos, ¿la poesía…?
SC — La poesía es un regalo. Una
posibilidad de traducir imágenes y sensaciones que nos atraviesan.
Es también un intento de reflejar la incertidumbre, y el asombro, como sugería
la maravillosa Szymborska. La poesía es por ejemplo un
árbol. El sol de agosto sobre el agua helada. La montaña. Los borceguíes sobre
la pendiente. Un puente. Un tono. Un matiz. El origen. El hijo. Porque
en el hijo ya está todo dicho.
7 — En tu condición de periodista cultural
te has ido refiriendo, entre tantos otros escritores, al platense Rafael Felipe
Oteriño, al sueco Tomas Tranströmer, a la chilena Diamela Eltit, al húngaro
Peter Esterházy. ¿Prevés publicar algún volumen que reúna parte de ese quehacer?
Y por contigüidad: ¿tenés ya poemarios a la espera de edición?
SC — La verdad es que no he
pensado en esa posibilidad. Sería interesante, ampliando cada escrito,
actualizándolo. De cualquier manera ahí están esas notas, en la nube o en el
papel. Respecto de un poemario a la espera de edición soy
pausada para escribir. “Bajo los
ríos del cielo” es de 2014. Desde “Sin
suelo” intento trabajar cada poema de la manera más
exhaustiva posible. Tal vez porque en “Borradores” e “Ildikó”
fui muy visceral. Siento no haberlos cuidado lo suficiente.
8 — Augusto Roa Bastos
afirmó: “Immanuel Kant, que no abandonó
un solo día su ciudad natal, es el ejemplo perfecto del peregrino inmóvil del
pensamiento universal.” ¿Qué otros “ejemplos perfectos” de algún tipo de
producción nos aportarías?
SC — Siempre
me impresionó esa situación vital de Kant. Emily Dickinson es otro ejemplo
perfecto. Para darte uno nuestro, aquí cerca, en mi
ciudad, está César Cantoni, del cual he escrito: “César Cantoni es un poeta que viaja a través de la poesía. Se refugia
de vez en cuando en Irlanda, se hospeda seguido en la vasta Norteamérica,
discute sobre las posibilidades líricas con algún crítico alemán, acoge a casi
todo poeta del Este europeo y se mira en España, en lo más puro de la lengua
madre”. Es una nota que titulé “Una poética desobediente”, a propósito de
su libro “El fin ya tuvo lugar”.
9 — A manera de punta de lanza: ¿qué cinco libros marcaron tu vida?
SC — Tendría
que mencionar los primeros, en el inicio, esos de los trece años. Te diría “Desde el jardín” de Jerzy Kosinski, “La hora del vampiro” de Stephen King, “Juan Salvador Gaviota” de Richard Bach,
“Poesía completa” de Antonio Machado
y “Demian” de Hermann Hesse…; no puedo
dejar afuera “El viejo y el mar” de
Ernest Hemingway y “Una muerte muy dulce”
de Simone de Beauvoir. Elección ecléctica, como verás.
10 — ¿De dónde partís para efectuar el análisis de una obra?
SC — La
emoción. Si una obra me conmueve puedo analizarla con
mayor fluidez, de lo contrario es un esfuerzo importante. Observo las
entrelíneas del autor, sus semejanzas con otras obras, sus puntos de apoyo, sus
búsquedas, la singularidad de su lenguaje. Las hay complejas: por ejemplo, la de
Jacques Derrida o Edmond Jabés, Péter Esterházy o Diamela Eltit. Las hay bellas
y suaves, como la de Mary Oliver o Paula Meehan; transparentes y sabias, como
la de Tomas Tranströmer o Wisława Szymborska; metafísicas
como la de Czesław Miłosz…; hay tantas obras como creadores… Parto de lo
que nos une.
11 — ¿Cuál es la fascinación que sentimos ante ciertas obras? ¿Cuáles te
provocan fascinación? ¿Qué obras te la provocaron, y ya no?
SC — Otra
vez vuelvo a la emoción. Pero te agregaría la palabra comunión. Hay creadores
que nos iluminan, nos interpretan, se vuelven esenciales para nosotros: Seamus
Heaney, Margaret Atwood, Jeanette Winterson, un cuadro de Johannes Vermeer, un
film de Aleksandr Sokúrov, una canción. Cuando
una obra me ha fascinado sigue fascinándome, de manera diferente quizá, pero
siempre mantiene su grado de asombro y misterio.
12 — ¿Qué influencias —o “familias de entusiasmos”, como dirían los
poetas Cintio Vitier y Alberto Rodríguez Tosca— literarias, filosóficas,
sociológicas… están presentes en tu poética?
SC — En algún momento me impactó el expresionismo alemán, su halo nocturnal, su espiritualidad. Del imaginismo americano intenté comprender el riguroso cuidado del lenguaje. Algunos poemas míos observan la idea platónica de la reminiscencia. Las religiones, en especial el budismo y el misticismo católico, me acompañan especialmente cada vez que escribo. El paisaje, la naturaleza y lo extranjero influyen profundamente en mi escritura.
13 — ¿En qué estás trabajando ahora
mismo?
SC — Mis pocos y nuevos poemas hablan
de la errancia, la extranjería, de la
impresión que provocan los lugares que uno ama, esa sensación. Me interesa el tema de la
permanencia en una realidad en la cual lo único permanente es lo inestable. Me
interesa el tema del encuentro, esa epifanía. Me interesa preguntarme cuánto
duran los finales felices. En eso trabajo.
14 — ¿A dónde te llevan, te trasladan “algazara”, “bonhomía”, “pronóstico”,
“arrebato”, “truculencia”?...
SC — Qué
palabras… Algazara me lleva a algún pueblito español en día de fiesta. Bonhomía
me lleva a Santa Clara de Asís. Pronóstico
me lleva a mi temor por las tormentas. Arrebato es una palabra
incómoda, que nada ecuánime trae. Truculencia es un vocablo cruel,
cercano a lo perverso de nuestra especie.
15 — ¿Cuál ha sido el enfoque del poeta Hugo Mujica respecto de tu “Partes del mundo”?
SC — “Partes del mundo” es el libro de una encrucijada. Está dedicado a
mi hijo especialmente y a una situación en particular. Intento contar a mi modo
esas zonas del mundo que me sobrecogen. El título es un rapto de un verso de un
poema de Vasko Popa, poeta tremendo y tierno. Hugo Mujica habla del libro y se refiere
a él como a “una indagación de
finitud consciente, valiente. Poemas y no esteticismo: preguntas y atisbos
desde la vida, la sangre, no la tinta, el temblor, no la fijeza”. A lo que agrega: “¿Se acomoda la vida a la vida?...”; es una de las tantas preguntas, de las
tantas aberturas. No, y la poesía es eso: lo que surge desde ese
desacomodamiento, desde lo que la vida tiene de diferencia con ella misma: lo
que busca surgir y lo hace gracias a esa “disonancia”, como la llamaba
Hölderlin. De ahí que la respuesta sea siempre un “confiar y caer, caer y
confiar otra vez…”, la respuesta, la vida o la poesía”. También Niní
Bernardello y el Teuco Castilla escribieron textos que agradezco: Niní relaciona el libro con ciertas secuencias del
atardecer, el Teuco menciona una torre desde la cual alguien mira. Lo
importante para mí es que en el primer poema, “Todo lo perdido reaparece”,
intento sentar una base de esperanza. En el último poema, “Piedra viva”, hay
alguien que, carga un zurrón, camina. La vida es eso, andar con esperanza por
un camino. Creo que al final llegaremos a casa.
16
— ¿Alerce, ciprés de la cordillera, ñandubay, caldén, espinillo o sauce
criollo?...
SC — Prefiero alerce y ciprés, pero todos los árboles son hermosos. Tienen una
sorprendente naturaleza. Los celtas prestaban mucha atención a la esencia de
cada árbol y en
base a ellos organizaban su astrología, los consideraban sagrados. El árbol
tiene esa combinación de tierra y cielo en raíz y ramas, pero fundamentalmente,
como la montaña, tiene la nobleza de lo inalterable. En “Bajo los ríos del cielo” se hallan “Alerzal” e “Isla de los
manzanos”, entre otros poemas que, en general, refieren al paisaje y a la
construcción de una vida. El sonido de los árboles es música, ellos nos ofrecen
su madera, nos dan sombra. Desde muy pequeña siento que los árboles están ahí
dialogando con nosotros. Son un símbolo de compañía y protección.
17 — Afirma una de las narradoras de la novela “La elegancia del erizo” de Muriel Barbery: “…no hay nada más difícil e injusto que la realidad humana: los hombres
viven en un mundo donde lo que tiene poder son las palabras y no los actos,
donde la competencia esencial es el dominio del lenguaje.” ¿Qué te suscita
esta afirmación?
SC — Me
recuerda una frase que me impresionó desde chica, en el principio de la novela “Tiempos difíciles”, de Charles Dickens;
decía algo así: “Lo que quiero son hechos reales…”. A través del lenguaje
podemos comunicarnos; los actos deberían acompañar ese comunicarnos.
18 — ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles
te despiertan algún grado de violencia? ¿Qué situaciones te hartan
instantáneamente?
SC — Me produce indignación la hipocresía. Me despierta violencia la violencia,
lo desmesurado, lo invasivo. Me hartan ciertas situaciones a las que no
regresaría, en lo posible.
19 — ¿En las constelaciones de qué artistas podrías tener cabida?
Sandra Cornejo selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
Un abedul
Un
abedul
cuando
llueve,
una arboleda
que aclara
al
arañar la pista
y
desciende el avión en un aeropuerto
donde
las mujeres beben vodka
a las
seis de la mañana hora local
Era
acogedor el frío
aunque
temible
Cantabas
en mi idioma
pero
con otro acento
Afuera
la hilera de abedules
los
aviones solos sobre el cemento mojado
Detrás
de las cabinas
los
soldados
te
miraban cantar
Algunas
veces, por un instante
la
historia debería sentir compasión
y
alertarnos
(de “Sin Suelo”, Ediciones VOX, 2001)
Todo lo que buscabas
Todo lo que buscabas
era una huella en la nieve
no imaginaste que al cruzar la frontera
el percutor gatillaría a tu animal
como a un gato montés
o una liebre
alguien lo había intuido
con una vela encendida
en una habitación cerrada,
al salir
te asombraron esos seres,
no eran tu padre
ni tu madre
ni quien ocupara un lugar
en tu cuerpo
¿Qué querías,
fragor o tersura?
Al puerto de aguas profundas
no irías por las aguas del deshielo
irías al embalse
cuenco turbio, hondo
susurro pidiéndote que caigas
Animal desarmado
buscabas un cuerpo a la intemperie
su huella
en época de caza
No hay comentarios:
Publicar un comentario