Continúa hoy la publicación -parte final- de la entrevista realizada por Rolando Revagliatti, a la escritora Paulina Juszko.
14 – Fue en una reciente charla telefónica, Paulina, que mencionaste que tenías unas cuántas obras inéditas.
14 – Fue en una reciente charla telefónica, Paulina, que mencionaste que tenías unas cuántas obras inéditas.
PJ
– ¿Te paso los títulos…?: “Rabelesiana” ( adaptación
teatral de la obra de Rabelais); “Escuela de verdugos” y “Osteolipomaquia” (dramaturgia);“Concierto
de masturbanda”, “Sagrada sangre” (Mención 1997 del Fondo
Nacional de las Artes), “Eternos laureles” (novelas); “Por
una cabeza” (novela policial); “Al gran pueblo argentino
¡salud! (jubilados-desocupados abstenerse)” (notas de humor de los
’90); “La cocina del humor” (ensayo sobre los procedimientos
del humor literario); “Del vagar breve”(poemario); y en coautoría el que
antes te conté, “Criadero de cocodrilos”. ¿No te parece tremendamente frustrante tener tantos inéditos? O soy una
escritora muy mala —ya que ninguna editorial me da bola— o en este país pasó
algo con el negocio editorial después del año 2000. Tengo que optar por la
segunda posibilidad para salvaguardar mi autoestima: los grandes grupos
editoriales que quedan se manejan como empresas que sólo publican autores de
venta segura.
Hace años, en una entrevista para la revista
“La Maga”, me pidieron una opinión sobre la regionalización de la literatura y
contesté que habrá una verdadera literatura bonaerense (o mendocina, o
patagónica, o…) cuando en estos sitios se den las posibilidades de publicar, y
no sólo a cuenta de autor. ¿Y hasta qué punto no es ingenuo soñar con esa regionalización,
cuando prácticamente todo el negocio editorial
de Buenos Aires está en manos de capitales extranjeros?
15 – Busqué y encontré
en mi biblioteca un ensayo tuyo —publicado en el nº 3, 2005/2006, de la Revista
“El Espiniyo”— titulado “Poesía y Humor”. Es probable que te cuentes entre los
escritores argentinos que más ha investigado sobre el humor en la literatura.
PJ – Como soy muy propensa a utilizar en mis escritos la ironía, el
sarcasmo y el humor negro, y considero que el humor es catártico, me puse a
investigar sobre el tema. El primer resultado fue mi ensayo “El humor de las argentinas”, donde
hablo de las mujeres que colaboraron en diarios y revistas argentinos haciendo
humor gráfico y escrito; el segundo, otro ensayo (aún inédito): “La cocina del humor”, donde analizo los
procedimientos del humor literario (con ejemplos desde Aristófanes hasta Roberto
Fontanarrosa) y los diversos tipos de humor según la temática (negro, blanco, rojo, amarillo) y
según el país (judío, inglés, argentino). Este último trabajo, que podría
resultar muy útil en los talleres de escritura con humor que se pusieron de
moda recientemente, no despertó sin embargo el interés de ningún editor.
16 – Varios títulos de
las conferencias que has realizado en los últimos cinco lustros me entusiasman,
pero voy a elegir uno, el de la que me agradaría estar leyendo ya mismo: “¿Por
qué las heroínas de novela son casi siempre jóvenes?” Paulina: ¿Por qué las
heroínas de novela son casi siempre jóvenes?...
PJ – Te resumo aquí mi planteo. Desde tiempos inmemoriales la mujer es
representada como un instrumento erótico y reproductor, y el varón como
generador de pensamiento y acción. Para que resulte atractivo, el argumento de
una novela o un culebrón no puede dejar de lado el ingrediente erótico y este pathos está encaminado a la reproducción de la
especie. ¿Y por dónde entra Eros? En primera instancia por los ojos. En el
reino animal la naturaleza engalana generalmente a los machos para lograr su
fin, mientras que entre los humanos resultó favorecida la hembra. Y es en la
juventud cuando ésta encarna plenamente los cánones de belleza que rigen desde
el comienzo de los siglos, kilito más o menos. Pasada la edad de la pasión, la
mujer pierde todo glamour, tanto en la literatura como en la vida real, y de los
roles de protagonista desciende a los de reparto; con la madurez adquiere una
cualidad de transparencia que suele acentuarse hasta la invisibilidad.
Es
cierto que en la segunda mitad del siglo XX, gracias a la cirugía y a múltiples
tratamientos, la juventud se prolongó, con todos sus atributos. A nadie se le
ocurriría hoy llamar “ancianas” a Nacha Guevara, Moria Casán y tantas otras.
Pero en el siglo XIX se era una mujer madura a los treinta años; en la novela “Ella y él” de George Sand, la
protagonista femenina, Teresa, se lamenta cuando es requerida de amores: “Es muy
tarde para buscar lo que huye de mí. Tengo treinta años”; y todavía en
1949, fecha de publicación de “1984”
de George Orwell (que entre tantas cosas que predijo, no supo anticipar los
desfasajes que se produjeron entre las etapas de la vida) encontramos: “Cuando la vi a plena luz resultó una
verdadera vieja. Por lo menos tenía cincuenta
años”. Esta exigencia de juventud y belleza es válida sobre todo para el
sexo femenino, pues basta con mirar cualquier telenovela para constatar que los
varones —aunque sean
panzones y calvos, aunque tengan pelos en la
nariz, pies planos y más legañas que perro callejero— siguen conquistando
hermosas pendejas y se dan el lujo de engañar no sólo a su legítima, sino
también a su amante. En “Cándido” de
Voltaire (s. XVIII), Cunegonda va envejeciendo mientras que el protagonista no
parece sufrir los ultrajes del tiempo, y el autor presenta como un rasgo de
generosidad por su parte el tomar por esposa a una Cunegonda vieja y fea, que
perdió por eso todo derecho a ser amada.
Algunos
escritores del siglo XX, como Mario Vargas Llosa (en “Doña Julia y el escribidor”,
“Elogio de la madrastra”, “Los cuadernos de don Rigoberto”),
ensalzaron los atractivos de la mujer madura. Gabriel García Márquez escribió —realismo
mágico mediante— una historia de amor y sexo entre gerontes: “El amor en los tiempos del cólera”. En “Viajes con mi tía” Graham Greene nos
presenta a la desprejuiciada septuagenaria Augusta. Y también me pongo como
ejemplo con mi novela “El año del bicho
bolita”, protagonizada por mujeres de la llamada “tercera edad”.
El
cine y el teatro parecen más abiertos al protagonismo de las maduras y las ancianas.
Pero es evidente que para superar los estereotipos milenarios debe producirse
un cambio radical en la escala de valores. Cuando esto ocurra el protagonismo
avuncular no se asentará en la maldad (las brujas de los cuentos), o en el
vicio (la Celestina), o en la extravagancia (la tía Augusta), sino
fundamentalmente en la calidad de ser pensante. Simone de Beauvoir, Marguerite
Duras, Hannah Arendt en la última etapa de sus vidas constituyen el mejor
ejemplo: ésas son las verdaderas heroínas de la novela del siglo XX.
17 – Es porque no recuerdo
que se hubiese promovido alguna vez un Certamen de Autobiografías, que
enterándome de que resultaste finalista en uno que se denominó “Ricardo Jones
Berwyn”, en la ciudad de Gaiman, provincia de Chubut, en 2010, me intereso por
saber de él.
PJ - Participé con un trabajo titulado “Flashes”. Creo que la idea original
de este certamen fue estimular la narración y difusión de historias de vida de
los inmigrantes galeses de esa zona, a fin de preservar su memoria; pero está
abierto sin restricciones a participantes de cualquier provincia y
nacionalidad.
18 – Primero: confieso que pocos caligramas
lograron atraerme. Segundo: ¿exagero si afirmo que a vos te fascinan?...
PJ – Decir que me fascinan es un poco exagerado. Me encantan porque aúnan
poesía y plástica, y componerlos tiene mucho de juego, es divertido. Este gusto
me lo contagió Guillaume Apollinaire con
su poema “La colombe poignardée et le jet d’eau” (= “La paloma apuñalada
y el chorro de agua”). Pero sólo de vez en cuando me inspiro para escribir un
caligrama.
Paulina Juszko selecciona poemas inéditos de su autoría para acompañar esta entrevista:
Lo quiero igual que usted me quiso a mí, de a trozos.
Frase que define el amor humano.
Y yo aquí una mañana en que tantas cosas se
despiden
discretamente,
sin alharacas,
en un rincón que destila
la mansedumbre del otoño incipiente.
Olas de amor fragmentado me depositaron
aquí.
Último puerto.
Finis orbis.
Contemplo.
Recojo migajas de violentos festines.
¿Es poco?
¿Es mucho?
No lo sé.
Pero intenso, luminoso y cálido.
Intensidad que no desequilibra.
Luz que no enceguece.
Calor que no consume.
*
OJO
Paaaatina sobre las superficies o deja pátina
Paaaatina sobre las superficies o deja pátina
guante de cirugía aislando
elástico de honda creando espacio
cobija / destierra
achica / agranda
revela / esconde
Ver sin mirar se puede pero ¿mirar sin ver?
escudriñar
hasta el hueso y más adentro
hasta el tuétano y más adentro
hasta lo invisible
despellejar / descarnar / arañar esqueleto
y más adentro
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