7 - ¿Concepción de la literatura?...
PJ - En literatura también hay modas (o tendencias, como quiera
llamárselas). No le lleves a un editor una simple narración con pies y cabeza,
por interesante que sea, porque no te dará ni cinco de bola. Hoy la moda es,
entre otras cosas, insertar en una novela pesadas disquisiciones sobre temas
científicos o filosóficos. Umberto Eco declara que el lector no ama la
facilidad, que hay que proponerle la ficción a la manera de un teorema. Yo me
pregunto de qué tipo de lector habla; evidentemente de una élite supersofisticada…;
y también si no será por esto que la gente lee cada vez menos. Por mi parte, si
mi propósito es informarme sobre un tema determinado, no recurro a una novela,
busco el texto adecuado y me dispongo a hacer un esfuerzo intelectual —si es
necesario— por pesada que me resulte la cosa. Pero si abro una novela, quiero
que me deleite, me atrape, me entretenga, me conmueva, me haga reír y hasta
pensar un poco también, pero sin ese esfuerzo que requiere el aprendizaje.
Trato de escribir libros así y, por lo que dice la mayoría de mis lectores, lo
estoy logrando.
Me
interesa la fama porque es la única manera de luchar contra la muerte y
justamente porque es “puro cuento”, para ser consecuente (hasta el final) con
mis ideas; el dinero sólo en cuanto evita angustias bajunas y degradantes, y
procura placeres que se consideran suntuarios, pero son indispensables para el
hombre actual, tremendamente sofisticado.
PJ
- Me atrae lo que piensan y
sienten las mujeres, de las más simples a las más complicadas. Los varones son
generalmente de una pieza, monotemáticos, y por eso resultan tan aburridas las
narraciones o filmes cuyos personajes son exclusivamente varones. Lo que le
pone sal a las historias es la sutileza, el retorcimiento, la indefinición y, a
menudo, la superficialidad del alma femenina, ya sea que habite en mujeres o en
homosexuales. Mil veces más interesante que los pensamientos de un guapo o un
malevo me parece lo que se le cruza por la cabeza a una mujer mientras lava los
platos o pela papas. La mujer es mucho más sofisticada que el varón; no en
balde las novelistas tienen tanto éxito en esta época. Se podría decir que la
mujer todavía posee un alma, mientras que al varón sólo le queda cerebro. ¿Nos
habrá durado más (el alma) porque adquirimos mucho más tarde el derecho a
tenerla?
9
- ¿Rememorarías un viaje a Francia con el que fuiste premiada? ¿Hubo otros?
PJ
– Había obtenido el mejor promedio del país en el examen final de mis
estudios en la Alianza Francesa. Me reportó el “Brevet d’aptitude à
l’enseignement du francais hors de France” otorgado por la Alianza Francesa de
París, y el “Certificat d’études pratiques de prononciation francaise” del
Instituto de Fonética de la Sorbona.
Fue mi primer viaje a Europa, en transatlántico
—todavía los había—, quince días en el océano, una experiencia
inolvidable. Luego viajé varias veces más, en avión por supuesto. Pero durante
esa travesía inaugural me hice amiga de una pareja de jóvenes homosexuales
—un francés y un brasileño— que me
invitaron a recorrer con ellos la Costa Azul: quedé deslumbrada.
Con
París no fue un amor a primera vista; de entrada me dio la impresión de una
prostituta que se vende al mejor postor, por la cantidad de extranjeros que la
transitaban ya en ese entonces. Tuve que recorrerla en subte y a pie, conocerla
en profundidad, hacerme de amigos franceses en sucesivos viajes para llegar a
amarla. Actualmente es mi preferida entre las ciudades que conozco, tiene un charme particular, que le confiere en gran
parte el Sena, el más bello de los ríos en mi concepto, el más inspirador, con
su manso fluir, sus péniches y la
perspectiva de sus puentes…
Durante
mi primera estadía en París, que fue larga: seis meses, viví en el Pabellón
Argentino de la Ciudad Universitaria; en ese entonces residía también allí el
pianista Miguel Ángel Estrella, y tuve ocasión de conocer el taller del pintor
Antonio Seguí en los suburbios de la ciudad, pues era amigo de mi ex marido,
Nelson Blanco, quien también estaba en París por haber ganado el premio Braque
de pintura. Otros amigos pintores, los Morales, me hicieron conocer Normandía,
en el noroeste de Francia.
Como tengo mi costado superficial y me gustan las
pilchas, poco después de llegar a París me fui a las Galeries Lafayette y me
gasté casi toda la plata que había llevado (que no era mucha). Este despilfarro
me obligó a buscar un trabajito para seguir subsistiendo y así fue como me
relacioné con dos familias francesas, cuyos niños cuidaba una vez por semana.
Uno de estos chicos, un rubito cara de ángel de unos seis años, era muy
particular: me tocaba el culo cuando salíamos de paseo, se metía debajo de mi
pulóver y me acariciaba sensualmente la espalda, me pedía que me quedara a
dormir en su cama para poder tocarme toda y hasta me propuso matrimonio…; yo no
me animaba a decirle nada a su madre por temor a perder el trabajo. Esa gente
me apreciaba mucho y me escribió durante años. Son anécdotas graciosas, como
cuando tuve que cambiarle por primera vez el pañal a Guillaume, un bebé de seis
meses, y no sabía cómo se hace; y no eran los pañales de ahora, entonces se
usaban alfileres de gancho, era más complicada la cosa.
Me
gusta viajar para aprender; pero no sólo me interesan los museos, los
monumentos, la arquitectura, los paisajes, soy curiosa de otras formas de vida:
quiero saber qué comen, cómo se visten, qué leen, qué deportes practican…
10 – En el “Petit Théâtre” de la
Alianza Francesa de La Plata has dirigido piezas teatrales. ¿En qué lapso?
¿Cómo surgió la propuesta?
PJ
– Sí, hicimos obras de Georges Feydeau, Alfred Jarry, Boris Vian, Eugène
Ionesco, entre otros autores; también espectáculos de café concert,
teatralización de fábulas de La Fontaine y textos de La Bruyère (clásicos del
siglo XVII), siempre en francés. Yo hice las puestas en escena y dirigí el
grupo de alumnos y ex alumnos de la institución entre 1970 y 1992. Pero ya
antes había actuado en ese teatro vocacional, que ya no existe. Fue por
iniciativa propia que formé un grupo y empecé a dirigir, y siempre lo hice ad
honorem. Presentábamos una obra cada año. Los ensayos significaban un gran
esfuerzo para todos, porque sólo podían hacerse después de las veintidós horas
y también los domingos, debido a las diversas actividades que desarrollábamos.
Era muy difícil reunir a los actores, sobre todo cuando la obra tenía muchos
personajes; yo me enojaba cuando faltaban, era una directora muy exigente, pero
sólo gracias a una férrea disciplina esta actividad pudo prolongarse durante
tantos años. Aclaro que en ese entonces yo tenía dos trabajos, así que los días
de ensayo volvía a mi casa a las dos-tres de la mañana ¡en micro! Y también
debía ocuparme de conseguir gente de buena voluntad para la iluminación, el
sonido, el decorado…; a cuántos amigos molesté pidiéndoles muebles prestados…
Pero era muy gratificante y el sacrificio había valido la pena cuando la obra
se daba y todo salía bien. ¡Qué tiempos aquellos! Ahora me parece imposible
haber hecho tanto por amor al arte.
11 – Ya que integraste la redacción
de la revista de humor platense “La Gastada” durante un par de años
—1996-1997—, podrías describírnosla y contarnos qué es el “humor platense”.
PJ
– “La Gastada” fue una revista del Grupo B.A.
Comics, promovida por la Facultad de Bellas Artes de la UNLP. Yo me integré al
staff poco después de su creación y colaboré en ella hasta su desaparición por
motivos económicos, como sucede con la mayoría de las revistas. La dirigía el
dibujante Carlos Pinto y colaboraban, entre otros, Raúl Fortín, Ricardo Blota,
Leo Bolzicco, Eduardo Lemos, Fabricio Frizorger, Diego Aballay… Ahí conocí a
los humoristas Andrés Vendramín (André) y Leandro Devecchi, que fueron luego,
conmigo, co-autores de “Criadero de
cocodrilos”, sátira de la actualidad política y social argentina de fines
del siglo XX y comienzos del XXI, con ilustraciones humorísticas.
La revista se autodefinía como “humor
platense de exportación”; el acotamiento “platense” se refería tanto a la
procedencia de la gran mayoría de sus colaboradores como a la naturaleza local
de muchos temas abordados. Yo surtía una sección feminista, otra de postales de
la Argentina y una columna de perlas negras (absurdos generados por el mal uso
del idioma en los medios). Algunos títulos de mis notas: “¿Lo manyás al hombre
light?”, “De guapos, malevos y otras (malas) yerbas”, “Discriminaciones
lingüísticas”, “¡No nos pisen la víbora, muchachos!”, “Histeriqueando”,
“Cuentos clásicos para niñas feministas”… Yo era la única mujer en la revista y
se me trataba con toda naturalidad, como un compañero más. Disfruté mucho esta
experiencia.
12 – Al menos una vez vi y lo escuché
recitando —en 2001, en un Ciclo que yo conducía— al poeta platense Mariano
García Izquierdo (1935-2006). Y vos fuiste columnista de su audición semanal
“El Firulete”, en una FM de Berisso. ¿Cómo lo recordás a él y a su poética?
PJ
– Buen poeta y buen amigo. Recuerdo la
frondosa glicina y su pequeño cuarto de trabajo en la casa de City Bell.
Recuerdo su entusiasta colaboración con diversos emprendimientos del Centro
Cultural “Difusión” de Berisso: el libro “Escritos
y escritores de Berisso” (2000), la revista mensual “Dando la nota” y la radio.
En 1999 tuve el placer de presentar un libro de Mariano: “Dulce Babushka”, poéticas postales de su infancia berissense; cito algo de lo que dije en esa ocasión: “¿Es Mariano el pibito que llora al
comprender que no vivirá con ellos el constructor de su casa, que le hacía ver
animalitos en los desechos de madera? ¿el que descubre las diferencias entre
nenas y nenes a través del alambrado que lo separa de su vecinita rubia? ¿el
que fuma zarzaparrilla en un bote? ¿el enamorado de Paulina Singerman? ¿el que
se sueña abuelitas eslavas? ¿el que asiste a los dramas de esa bizarra y
heterogénea humanidad que encontró su caldo de cultivo en la atmósfera del
Berisso de los años 40? Todos son Mariano y Mariano es todos.” ¿Y qué mejor
manera de recordarlo que a través de sus versos?:
No monta en el viento
ni lo desparrama la lluvia.
No lo deslizó la mansedumbre del río
ni lo puede prestar un sueño.
13 – Un grupo de teatro comunitario,
asesorado por vos, llevó a escena “Arturo Seguí a la Elisa”, inspirado en tu
libro “Vivir en Villa Elisa”. ¿Cómo
resultó?
PJ
– Fue solamente un sketch que se representó en
un Encuentro de Teatros Comunitarios, en la explanada del Teatro del Bosque de
La Plata (2008). El grupo se deshizo poco después, debido a las dificultades
para reunir un elenco estable y a la falta de un local propio. Esta iniciativa
no suscitó en Villa Elisa el mismo entusiasmo que en City Bell, donde se formó
un grupo numeroso, “La Caterva”, que aún sigue actuando.
(Continuará)
(Continuará)
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