lunes, 7 de julio de 2014

El Vino de la Costa por Horacio Alberto Urbañski



EL VINO DE LA COSTA

Agridulce mensajero
que hacés perdurable
la costumbre de beberte
que Noé
hizo heredar a los humanos.
Recorrés en invierno
las arterias de las cepas, 
ásperas y generosas,
                                            cuya verde hemorragia
contendrá la primavera
vigorizando pámpanos, sarmientos,
llegando a la morena gravidez
fecundada por un rubio amante
                                            que entibia su amor y te entrega
en las manos del hombre
cuando amarillea el otoño.
 Tu trago, peristáltico y feliz
es el metabolismo del barro
que algún inmigrante *fortachón*
hirió de frente, con su mente,
sus músculos y su pala,
para revolearlo a sus espaldas
después que la estocada final,
del hacha y del machete
aplanaran la audacia montaraz,
ascendiendo a un trono de greda
remando y chapaleando
infinitos cursos de agua.
 Los labradores, orgullosos,
te armaron caballero,
por ser noble fruto de la tierra.
Tu heráldica,
maravillosa tosquedad
nacida en las riberas,
fermentada con sudor y tiempo,
para ahogar penas
o nadar en tu alegría.
 Huésped de fiestas rudas
acompañás mesas cotidianas
y también te decantás
en galas ambarinas.
Y porque sos
creación del labriego
posesión inalienable
de su limitada esperanza,
patrimonio               
de su inmensurable
pequeña riqueza.
                          
                                    Horacio Alberto Urbañski 
                                    Berisso. Buenos Aires,Argentina  

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