EL VINO DE LA
COSTA
Agridulce
mensajero
que hacés
perdurable
la costumbre de
beberte
que Noé
hizo heredar a los
humanos.
Recorrés en
invierno
las arterias de
las cepas,
ásperas y generosas,
ásperas y generosas,
cuya verde
hemorragia
contendrá la
primavera
vigorizando
pámpanos, sarmientos,
llegando a la
morena gravidez
fecundada por un rubio amante
fecundada por un rubio amante
que entibia su
amor y te entrega
en las manos del
hombre
cuando amarillea
el otoño.
Tu trago, peristáltico y feliz
es el metabolismo
del barro
que algún
inmigrante *fortachón*
hirió de frente,
con su mente,
sus músculos y su
pala,
para revolearlo a
sus espaldas
después que la
estocada final,
del hacha y del
machete
aplanaran la
audacia montaraz,
ascendiendo a un
trono de greda
remando y
chapaleando
infinitos cursos
de agua.
Los labradores, orgullosos,
te armaron
caballero,
por ser noble
fruto de la tierra.
Tu heráldica,
maravillosa
tosquedad
nacida en las
riberas,
fermentada con
sudor y tiempo,
para ahogar penas
o nadar en tu
alegría.
Huésped de fiestas rudas
acompañás mesas
cotidianas
y también te
decantás
en galas
ambarinas.
Y porque sos
creación del
labriego
posesión
inalienable
de su limitada
esperanza,
patrimonio
de su
inmensurable
pequeña
riqueza.
Horacio Alberto Urbañski
Berisso. Buenos Aires,Argentina
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