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Hoy presentamos a nuestros lectores nuevos textos de
Carlos Yusti, Alberto Hernández, José Luis Mejía y Carlos
Barbarito; todos en Ciudad Letralia, la Metrópolis de las Letras,
el espacio de las firmas exclusivas de Letralia:
A Camus quizá se le recrimina su
soltura, su informalidad a la hora de hacer de filósofo; ese
estilo trasparente y sin complejos de asumir la filosofía. El
filósofo académico con cátedra y seguidores le resultaba
irrisorio, lo que lo llevó a decir: “No camines delante de mí,
puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te
guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo”. Este estilo familiar,
mundano, de filosofar, lo llevó a ser considerado un filósofo
entre comillas.
Sostengo en mis manos los viejos
tomos que le han dado vida a Ceremonias (Editorial
Candaya, Barcelona, España, 2013). Acaricio con vieja cercanía
la tapa de La muerte viaja a caballo (1974), Volveré
con mis perros (1975), El agresor cotidiano
(1978), La línea de la vida (1988) y Cabeza de cabra
y otros relatos (1993). Luego me paseo por la cubierta de
la publicación española en la que encuentro la imagen de un
sueño, la retórica de una imagen que se emparenta con muchos de
los relatos del narrador trujillano Ednodio Quintero.
El kopi, el café singapurense,
tiene un sabor particular y se debe, según descubro en la página
web de Nanyang Old Coffee (cafetería que prometo visitar para
comprobar eso de “mantenemos la buena práctica del tradicional
café de Singapur”), a que, además de pasarse a mano (en unas
cafeteras extraordinarias de pico interminable con las que los
encargados hacen malabares), es previamente tostado junto a una
pequeña porción de azúcar caramelizada y otra de mantequilla.
Un mozalbete que había tenido la
desgracia de perder a su padre, cuando apenas contaba cuatro
años de edad, deseaba prepararse para los exámenes; pero su
madre vivía miserablemente y no podía comprarle papel, plumas y
tinta. El muchacho, cuyo nombre era Jang-su, apuróse mucho a
causa de esto y durante algún tiempo no supo qué hacer. Sin
poder escribir, no podía estudiar y ¿cómo podría escribir
faltándole el papel? Pues en el caso del joven Jang-su se
demostró bien pronto que cuando hay voluntad no se tarda en
encontrar una solución. El muchacho vivía cerca de la costa, y
bajando a la playa con una rama de árbol resolvió el problema
trazando sobre la arena las palabras que sobre el papel hubiera
trazado.
El
ratón de la biblioteca • Carlos Barbarito
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